El Papa Benedicto XVI
inicia su Mensaje cuaresmal de este año invitándonos a
renovar la alegría pascual del encuentro con Jesús resucitado, a través
de un retomar de manera personal y comunitaria el camino cuaresmal,
recorriéndolo con en el ánimo de tomar conciencia sobre el valor de la caridad,
como centro de la vida cristiana; iluminados por la Palabra de Dios,
fortalecidos en los sacramentos de la fe y bajo un clima de oración, silencio,
ayuno y solidaridad.
A continuación, el Papa nos entrega el texto bíblico
que ha iluminar nuestro caminar cuaresmal hacia la Pascua: «FIJÉMONOS LOS UNOS EN LOS
OTROS PARA ESTÍMULO DE LA CARIDAD Y LAS BUENAS OBRAS» (Hb.10,24).
Y nos explica su
significado así:
1.
“Fijémonos”:
Del verbo griego
katanoein: observar bien, mirar conscientemente, darse cuenta de una
realidad. Invita a fijar la
mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros,
a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos.
Se trata de rotundo NO a nuestra actitud de indiferencia y desinterés egoísta, encubierto bajo la
apariencia del respeto por la «esfera privada».
Al mandarnos Jesús que nos amemos como Él nos ama (Jn. 15,12)
nos llama a ser conscientes de nuestra responsabilidad
respecto al otro, a su bien, todo su bien: físico, moral y espiritual. Solo bajo esta mirada
fraterna, la solidaridad, la justicia, la misericordia y la compasión, brotarán
naturalmente de nuestro corazón.
El Papa Pablo VI decía que el mundo estaba enfermo de la falta de
fraternidad. Para él, no solo se
trataba del acaparamiento y el despilfarro de los recursos materiales
por parte de algunos, sino de una verdadera “falta de fraternidad
entre los hombres y entre los pueblos”. De ahí, la pérdida del sentido del bien y del mal en la cultura contemporánea.
Ciegos ante el dolor de
sus hermanos, muchos le cierran su corazón al optar más bien por la riqueza
material y la autocomplacencia, anteponiendo sus
propios intereses y preocupaciones a
todo lo demás.
De ahí la urgencia de
reafirmar con fuerza que el bien existe y vence.
Dios es «bueno y hace el bien» (Sal
119,68). El bien es lo que suscita, protege y
promueve la vida, la fraternidad y la comunión
El Papa Benedicto XVI
nos hace entonces una doble exhortación:
1.
Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con
quien sufre. Nuestros propios problemas no deben cerrar nuestro
corazón.
2.
Un humilde corazón y la propia experiencia del sufrimiento son
la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía.
Si el Señor llama bienaventurados a los que lloran es
porque estos son capaces de salir de sí mismos para
conmoverse por el dolor de los demás. De esta actitud brota para los
justos la salvación.
Nuestro mundo de hoy nos estimula a interesamos por el
bien físico y material del otro…”pero callamos casi por completo respecto a nuestra responsabilidad espiritual para con los
hermanos.” ¡Cuidado con la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a
la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los
modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del
bien!
2. “Los unos en los otros”: La
corrección fraterna.
Un llamado del Señor a ser «guardianes» de los demás en el amor y la misericordia,
sabiendo que el fin de esta vida terrena es la vida eterna.
Su motor: el amor y la
misericordia. Su meta: la eterna
salvación. La corrección fraterna exige de quien la
ejerce un
profundo espíritu de humildad y de caridad.
Es un caminar juntos
hacia la santidad, en medio de un mundo de individualismos. Siempre es
necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna
y perdone (cf.
Lc 22,61).
Contrasta con la mentalidad de quien reduce la vida
sólo a lo terrenal y acepta cualquier decisión moral en
nombre de la libertad individual. Choca con sociedades como las actuales,
capaces de ser sordas ante los sufrimientos físicos y las exigencias
espirituales y morales de la vida.
En la eucaristía,
la corrección fraterna su vuelve plena comunión con el otro. Gracias a ella y a
través de ella “el otro ahora me pertenece, su vida, su salvación,
tienen que ver con mi vida y mi salvación.” Nuestra existencia queda está
íntimamente relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal;
pecado y caridad tienen una
inevitable dimensión social.
3. “Para estímulo de la caridad y las buenas
obras” (10, 24): caminar
juntos en la santidad.
La llamada universal a
la santidad nos recuerda la meta de la atención
recíproca: animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor,
hasta nuestro encuentro definitivo con Dio.
¡Cuidado, pues, con la tentación de la tibieza y el sofocar del
Espíritu, inutilizando en nosotros los talentos que hemos recibido para el bien de los demás (cf. Mt 25,25ss). En la vida de fe, quien
no avanza, retrocede.
Ante un mundo que exige
de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en
la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10),
especialmente durante este tiempo cuaresmal de
preparación a la Pascua.
Aceptemos, pues, la invitación,
siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Beato Juan Pablo II) y sigamos el ejemplo de los beatos y santos que en la Iglesia nos animan a
desear imitar sus virtudes, siguiendo la consigna de San Pablo: «Que cada cual estime a
los otros más que a sí mismo»
(Rm 12,10).
El Papa Benedicto XVI inicia su Mensaje cuaresmal de este año invitándonos a renovar la alegría pascual del encuentro con Jesús resucita...
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