Redacción (Jueves,
27-09-2012, Gaudium Press) Al hacer de la nada el universo, quiso el
Divino Artífice hacer de éste un reflejo suyo, espejándose en el hombre, rey de
la creación y microcosmos, creándolo "a su imagen y semejanza" (Gn l,
26).
En el ápice de esta obra,
superando en perfección a todas las criaturas visibles, se encuentran los
Ángeles, seres dotados de inteligencia y puros espíritus, con personalidad
propia y exclusiva, distribuidos por Dios en nueve coros: Serafines,
Querubines, Tronos, Virtudes, Dominaciones, Potestades, Principados, Arcángeles
y Ángeles. Forman estos la milicia de la Jerusalén celeste, con la misión de
adorar continuamente a la Santísima Trinidad, ejecutar los designios de Dios y
guardar el género humano, así como gobernar toda la creación material. 1
¡Inmensa e inimaginable es esta
corte celeste! "¿Por ventura pueden ser contadas sus legiones?" -
indaga el libro de Job (25, 3). Y el profeta Daniel, maravillado exclama:
"¡Millares y millares lo servían, decenas de millares lo asistían!"
(Dn 7, 10).
A tanta diversidad y belleza
quiso Dios colocar un punto monárquico, un ser que representase de modo
inigualable la luz eterna. Obra prima, esplendor de los esplendores, brillaba
en lo más alto del universo angélico, todos se extasiaban delante de él: el
primero de los Serafines y su nombre era Lucifer, "Aquel que portaba la
luz". A él se aplicaban las palabras de Ezequiel: "¡Tú eres el sello
de la semejanza de Dios, lleno de sabiduría y perfecto en la belleza; tú vivías
en las delicias del paraíso de Dios y todo fue empleado en realzar tu
hermosura!" (Ez 28, 12-13).
Entretanto, a seres tan
excelsos, reservada también estaba una prueba. A pesar de la perfección de la
naturaleza angélica, no podían los Ángeles gozar de la esencia de la
bienaventuranza: la posesión de la visión beatífica. Delante de ellos el rostro
del Señor se encontraba como envuelto en velos, y apenas sus reflejos animaban
el ardiente amor de los Ángeles.
Según exégetas y teólogos, la
prueba que decidió el destino eterno de los ángeles fue el anuncio de la
Encarnación del Verbo: Dios habría de enviar a su Hijo Unigénito, nacido de una
mujer, criatura que tendría su trono elevado por encima de las Potestades:
María Santísima, Regina Angelorum.
A ese propósito, nos dice el
Padre Pedro Morazzani: "El Creador eterno, inaccesible, todopoderoso, se
uniría hipostáticamente a la naturaleza humana, elevándola así hasta el trono
del Altísimo; y una mujer, la Madre de Dios, se tornaría medianera de todas las
gracias, sería exaltada por encima de los coros angélicos y coronada Reina del
universo". 2
El momento decisivo: ¡amar sin
entender; someter los propios criterios a los criterios de lo Absoluto! ¡He
aquí el acto que los confirmaría, in perpetuo, en la gracia y en la gloria!
"Fueron ellos sometidos a
una prueba. En el momento de la prueba, muchísimos de estos espíritus
permanecieron fieles a Dios; pero muchos otros pecaron. Su pecado fue de
soberbia, queriendo ser iguales a Dios y no depender de Él" (CCE 3399).
Lucifer, soberbio y dudoso,
quiso sobrepasar el misterio que su entendimiento no alcanzaba... Creía que el
Señor ignoraba la superioridad de la naturaleza angélica al preferir unirse a
un ser tan inferior. Y al constatar que él, el arquetipo de los Ángeles, se
vería en la obligación de adorar a un Hombre - aunque Divino -, esta unión
hipostática le pareció intolerable.
El orgullo se había apoderado de
aquel que era el perfecto desde el día de la creación, imaginando que, dándose
la Encarnación del Verbo, se tornaría, así, el mediador entre Creador y
criatura... "Aquel que de la nada fuera sacado, comparándose, lleno de
altivez, pretendió robar lo que pertenecía al propio Unigénito del Padre".
3 "El Ángel pecó queriendo ser como Dios". 4
Un odioso grito de revuelta -
inspiración de todos los gritos de insumisión de la Historia - se escuchó en el
Cielo: "¡Nom Serviam!" ¡Subiré hasta el cielo, estableceré mi trono
por encima de los astros de Dios, me sentaré sobre el monte de la alianza!
¡Seré semejante al Altísimo!" (Is 14,13-14).
"¡Quis ut Deus!" -
gritó, ¡levantándose como una antorcha ardiente de fidelidad, un Serafín fuerte
y esplendoroso! ¿Quién desafiaba al mayor entre los Ángeles? ¡Miguel, perfecto
adorador de Verbo Divino, guerrero irresistible y de santa tenacidad!
"Hubo en el Cielo una gran batalla. Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón, y el dragón y sus secuaces luchaban contra" (Ap 12, 7). Arrastrando la tercera parte de los Ángeles, el "Portador de la luz" fue precipitado al infierno, convirtiéndose en el príncipe de las tinieblas, y su lugar no se encontró más en los Cielos.
"Hubo en el Cielo una gran batalla. Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón, y el dragón y sus secuaces luchaban contra" (Ap 12, 7). Arrastrando la tercera parte de los Ángeles, el "Portador de la luz" fue precipitado al infierno, convirtiéndose en el príncipe de las tinieblas, y su lugar no se encontró más en los Cielos.
¿Cómo caíste, oh astro
resplandeciente, que en la aurora brillabas? "Tu soberbia fue abatida
hasta los infiernos" (Is 14, 11-12).
En el mismo acto, el Arcángel
San Miguel era elevado a la más alta jerarquía celestial, condestable de los
ejércitos celestes, baluarte de la Santísima Trinidad.
Por Ariane da Silva Santos
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1 Cf. GILSON, Etienne. A
filosofia na Idade Média. Trad. Eduardo Brandão. São Paulo: Mantins Fontes,
2007.
2 ARRA1Z, Padre Pedro Morazzani. Quem como Deus? In: Revista Arautos do Evangelho. São Paulo: n 69, set. (2007, p.l9.)
3 SAN BERNARDOP. Homilia sobre las excelencias de la Virgen Madre. In: Madrid: BAC, 1953, v. J, p. 215
4 SÃO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica I, q. 65, a. 5.
2 ARRA1Z, Padre Pedro Morazzani. Quem como Deus? In: Revista Arautos do Evangelho. São Paulo: n 69, set. (2007, p.l9.)
3 SAN BERNARDOP. Homilia sobre las excelencias de la Virgen Madre. In: Madrid: BAC, 1953, v. J, p. 215
4 SÃO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica I, q. 65, a. 5.
Redacción (Jueves, 27-09-2012, Gaudium Press) Al hacer de la nada el universo, quiso el Divino Artífice hacer de éste un reflejo suyo...
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