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En Defensa de la Vida (Comunicado de la Conferencia Episcopal de Honduras)


EN DEFENSA DE LA VIDA
«¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? ¿Qué precio pagará por su vida?» (Mc 8, 36.37)
Con es¬tas dos preguntas que dirige a toda la humanidad, Jesucristo nos invita a optar por la vida como don de Dios y a rechazar todo lo que atenta contra ella.
Con profundo dolor hemos vivido una nueva calamidad en el mundo carcelario que,  en la Granja Pe-nal de Comayagua,  ha provocado 360 víctimas mortales así como dolor y desesperación a sus familia¬res.  Nos  solidarizamos  con el comunicado del Obispo y el Presbiterio de la Diócesis de Comayagua  y  “pedi¬mos a las fuerzas vivas de la sociedad hondureña para que, unidos, exijamos a nuestras autorida¬des mejorar las condiciones de reclusión y las medidas de seguridad humana en los cen¬tros penales, para salvaguardar la integridad y la dignidad de los privados de libertad, y para que no se repita otra vez tan lamentable tragedia que hoy enluta a tantas familias hondureñas y nos entris¬tece a todos.”

La situación deplorable de la mayoría de Centros Penales del país nos obliga a considerar este pro-blema como un grave atentado a los Derechos Humanos de las personas que viven privadas de liber-tad.  Porque no se trata tan sólo del hacinamiento, la falta de higiene o de alimentación; se trata de todos los problemas de violencia, asesinatos, corrupción, tortura psicológica, drogadic¬ción, inmoralidad, ilegalidad, etc. que se viven en el interior de las cárceles.  De estas lamentables  con-diciones,  el Estado es responsable a través de las autoridades penitenciarias y también de los opera-dores de justicia, que mantienen una desmesurada mora judicial.
El problema de la violencia tiene, en Honduras,  una gravedad inusitada que nos exige serias reflexio-nes y compromisos inspirados en los valores del Reino de Dios,  que es Reino de Justicia, Amor y Paz.  Se está construyendo una cultura que justifica las conductas violentas porque no es capaz de conde-nar el machismo, porque acepta la violencia como una consecuencia de la competitividad so¬cial y admite como un hecho normal el desprecio y rechazo entre grupos sociales que, por sen¬tirse y pensar distinto a los otros, se descalifican mutuamente y se enfrentan con violencia. En una cultura así, la sociedad se vuelve incapaz de vislumbrar un futuro mejor, olvida sus valores y agota su moral.  Y cuando esto sucede, se agota también la esperanza.
La Iglesia Católica, frente a esta realidad, presenta la propuesta de trabajar por “UNA CULTURA DE PAZ Y RESPETO POR LA VIDA”. Por medio de esta Campaña, elaborada por Caritas, se pretende crear un clima de respeto por la vida y la dignidad humana a nivel nacional, contribuyendo a la construc¬ción de una sociedad tolerante y equitativa, centrada en el respeto y el bienestar de la per-sona humana. Exhortamos, pues, a tomar parte activa en esta Campaña y convertirnos en instrumentos de la Paz que Cristo ofrece al mundo.
El Papa Benedicto XVI, en su mensaje con ocasión de la Cuaresma 2012 nos dice:  <<También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacer¬nos cargo del otro.  Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos guardianes de nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien.    Si cultivamos esta mi¬rada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán natu¬ralmente de nuestro corazón>>
Pero esa mirada, sólo la vamos adquiriendo como fruto de una educa¬ción recibida desde la infancia y consolidada en la juventud.    El Papa, en su men¬saje para la Jornada de la Paz del 2012, afirma que la educación es “la aventura más fasci¬nante y difícil de la vida”. Y  considera que educar en la verdad y la libertad,  en cuanto que nos enseña a  “reconocer con gratitud la vida como un don inestimable, lleva a descubrir la propia digni¬dad profunda y la inviolabilidad de toda persona.”
Los grandes problemas administrativos, didácticos, económicos y políticos que padece el sistema educa¬tivo en Honduras  han de ir resolviéndose no sólo con la ayuda de una nueva Ley y sus reglamen¬tos, sino, sobre todo, con el compromiso transparente del  Estado, con la decidida participa¬ción de la Comunidad Educativa y la auditoría social que debemos ejercer todos los ciudada-nos que queremos un mejor país.
En cuanto a la seguridad en Honduras, esta Conferencia Episcopal manifiesta su honda preocupa¬ción por la fragilidad de las instituciones encargadas de cuidar la vida y los bienes de los que vivi¬mos en el país.   Últimamente la Policía Nacional, entidad tan necesaria para cumplir tales fines,  se ha visto muy afectada por actos ilícitos, algunos realmente abominables, cometidos por miembros de esta institución.  Pensamos  que no todos los miembros de la Policía Nacional están involucra¬dos en estos hechos, pero es importante descubrir y aplicar la ley a todos los que han estado partici¬pando en actos delictivos que manchan la reputación de esa institución del Estado.  Por lo tanto exigimos la depuración rápida y efectiva  de la Policía Nacional, al mismo tiempo que ofrece¬mos nuestros servicios espirituales para la formación integral.
Pedimos al Señor que nos renueve en la esperanza de la Vida eterna para que, desde esa espe¬ranza, nos comprometamos todos los creyentes a hacer de esta vida humana un camino solidario que nos haga dignos de la salvación
CONFERENCIA EPISCOPAL DE HONDURAS
Tegucigalpa, 24 de Febrero de 2012.

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